Este efecto que influye en las diferentes percepciones de calor que tenemos en nuestro cuerpo, también lo soportan los edificios, y si no se trata adecuadamente, revierte directamente en la utilización de equipos de climatización para mantener nuestro hogar en los términos de confort y comodidad que queremos. Una de las formas de evitar esto es mediante un sistema SATE de aislamiento en fachadas.
Qué es la oscilación térmica o amplitud térmica
La amplitud térmica, u oscilación, se define como la diferencia de temperatura que hay en un determinado periodo de tiempo en una ubicación en particular. Así, si se mide en un día, es la oscilación térmica diaria, y si queremos saber qué es la amplitud térmica anual, tendremos que restar la temperatura máxima y mínima en un año para conocerla.
En nuestro país, las temperaturas mínimas se suelen dar normalmente en el amanecer, mientras que las máximas suelen alcanzarse a primera hora de la tarde o a media, según la estación del año en la que nos encontremos. Es en primavera cuando se alcanzan las mayores oscilaciones térmicas diarias, y en España, son más acusadas en las zonas del interior, especialmente en zonas montañosas, que en las de costa.
Ahora bien, una vez que sabemos qué es la amplitud térmica, ¿cómo afecta a un edificio?
En aquellos días del año en que se sufren grandes oscilaciones térmicas, lo normal es que necesitemos climatizar nuestras casas en los momentos que las temperaturas se alejan de nuestro rango de confort, es decir, habrá situaciones a lo largo del día en el que tengamos que poner o bien la calefacción, o bien el aire acondicionado, en función de las temperaturas exteriores que haya.
Cómo reducir la amplitud térmica en fachadas
Pero ¿qué ocurriría si empleásemos soluciones constructivas para acumular el calor en nuestra fachada? En estos casos, disminuirá notablemente la necesidad de utilizar los equipos de climatización, ya que parte del calor almacenado se filtra al interior de nuestras casas.
Siguiendo la argumentación en este sentido, hemos de incluir un nuevo concepto que se denomina inercia térmica. Este término es la propiedad que tienen los diferentes materiales para almacenar el calor. Se considera que un material tiene una gran inercia térmica cuando necesita grandes cantidades de calor para poder elevar su temperatura en la unidad de tiempo.
Esto lo podemos entender con un ejemplo muy fácil. Imaginemos que tenemos una taza de cerámica y un vaso de plástico, los dos rellenos de café caliente. Si nos tomamos el café y rellenamos ambos recipientes de agua fría, la que esté contenida en el vaso de plástico la podremos beber fría, mientras que la de cerámica se encontrará bastante más caliente debido al calor cedido por el material.
Este ejemplo es perfectamente válido para entender lo que ocurre en un edificio. Los distintos materiales que podemos encontrar en su envolvente térmica (fachadas, suelos o cubiertas) inciden directamente en la cantidad de calor que pueden ceder en función de sus diferentes inercias térmicas que tengan. Al mismo tiempo, el espesor también incide mucho en mitigar la amplitud térmica; todos hemos experimentado que las viviendas con grandes muros mantienen mejor el calor o el frío que en aquellas que son más estrechos.
La inercia térmica es la capacidad térmica o calorífica que tiene un material y se expresa como la cantidad de calor almacenada por su unidad de masa cuando la temperatura sufre una variación de un grado centígrado. Si se expresa como fórmula, es el resultado de multiplicar su densidad por su calor específico.
Aislamiento, inercia térmica y oscilación térmica
Ya hemos visto que la capacidad de un tabique o muro para almacenar el calor depende de los materiales y del espesor que tengan. Para tener buenas inercias térmicas es necesario grandes espesores u otros más pequeños con materiales de altas capacidades caloríficas.
Hasta hace relativamente poco tiempo, las construcciones se efectuaban con muros de un grosor considerable, pero la arquitectura moderna ha tendido a disminuir el espesor, por lo que es necesario compensar esas pérdidas de inercia con materiales que sean capaces de aumentar la inercia térmica de una pared. Hablamos de los materiales aislantes, como los que en SATE Mediterráneo instalamos en las fachadas con sistemas de aislamiento térmico exterior.
La inercia térmica de una cubierta o una fachada que está formada por varios materiales varía en función de la posición de su capa de aislamiento; cuanto más interior sea, menor inercia térmica tendrá. Por ello, en un sistema SATE, al colocar el aislante en su parte más exterior, se dejan los materiales más densos en su interior y se ganan elevadas inercias térmicas, disminuyendo notablemente los efectos a causa de la amplitud térmica que haya y consiguiendo elevadas eficiencias energéticas.